27 de julio de 2016

Caín y Abel en Islandia

Rams. La historia de dos hermanos y ocho ovejas (Hrútar)
Dirección: Grímur Hákonarson
Guión:  
Islandia-Dinamarca-Noruega-Polonia/2015.


En Historias de caballos y de hombres ya vimos cuánto más ligados están los islandeses (o por lo menos los campesinos) a la naturaleza y los animales que lo que acostumbramos nosotros. Si en aquel eran caballos, aquí los animales elegidos son los ovinos, cuya cría es una de las principales actividades rurales de esa isla volcánica. En parajes abiertos y climas que recuerdan lo más crudo de nuestra Patagonia, dos hermanos viven en casas contiguas, crían ovejas en la misma granja y hace cuarenta años que no se dirigen la palabra. Ambos ya algo viejos, ambos solteros y muy solitarios, compiten todos los años por el mejor reproductor, carnero (ram en inglés) de una vieja estirpe que ambos crían. Su única vía de comunicación es un perro que lleva y trae mensajes escritos cuando se ven forzados a comunicarse algo.


Cuando una epidemia ataca a los animales, el Estado determina la completa eliminación de los mismos, imponiendo una cuarentena de dos años que impedirá su crianza. La economía de la región y toda su comunidad sufren un duro golpe, y ambos hermanos quedan devastados. Cada uno reacciona según su carácter: el más rústico y brutal Kiddi se entrega a la bebida y agrede a su hermano Gummi, más pacífico, quien urde un plan secreto para salvar el linaje –y para continuar dando un sentido a su vida. Ante la adversidad, ambos asumirán la misma resistencia, con una vuelta de tuerca inesperada.


Con escasos diálogos –después de todo son granjeros rústicos que viven en soledad, más acostumbrados a manejar las manos que la lengua- pocas explicaciones, donde los nombres de esos grandulones no son el único rasgo de humor, lo que empieza como comedia deviene un drama rural oscuro que apela a arquetipos humanos tales como la rivalidad fraterna. Las marcas de su pasado en el documental se vislumbran en la narrativa de Grímur Hákonarson, en su observación de ese grupo social de Islandia y sus costumbres. Que trasciende los límites y deviene universal y humano. Es significativa la escena en la que Gummi celebra la Navidad con una cena a solas, vestido para la ocasión, como no lo son menos los encuentros que tiene con sus ovejas, el modo en que dialoga con ellas, cálidamente, que refleja la ternura que yace oculta bajo sus aspectos hoscos.

Otro film valioso de una cinematografía que siempre sorprende por su agudeza, premiado en la competencia Un Certain Regard de Cannes.


Josefina Sartora

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