12 de julio de 2017

Otros muros, otras grietas

Entre dos mundos (Bein haolamot)
Dirección y guión: Miya Hatav
Israel/2016

Josefina Sartora


El cine israelí –por lo menos, el que consigue distribución en Argentina- parece uno de los pocos espacios en que los israelíes colocan en cuestión en los últimos años las posturas extremas debidas a la raza o religión. Apelando a historias de la vida cotidiana, ponen en evidencia los prejuicios e ideologías fundamentalistas que han llevado al país a un estado de guerra permanente. Y esto planteado por los mismos israelíes, que deben enfrentar sin duda críticas y censuras internas y de la comunidad judía internacional.

La opera prima de la joven Miya Hatav plantea las contradicciones que pugnan en el seno de una familia ortodoxa cuyo hijo, un soldado, ha sido herido en la cabeza durante un atentado terrorista. Tras varios años sin verse ni hablarse, la madre acude y no se separa del lecho de su hijo, esperando que recupere la conciencia. Pero no está sola. Allí también vela la novia escondida, una chica árabe que el muchacho nunca pudo presentar a su familia, porque justamente son sus posiciones extremas las que los han separado. Falseando su identidad, la chica intentará acercarse a su pareja, empatizar con la familia y franquear el muro que ellos han levantado a su alrededor.

Filmada casi íntegramente en interiores, el drama se desarrolla en una creciente claustrofobia, a la par de una impotencia muy difícil de superar. La cámara parece sentirlas, e intercala unas panorámicas del cielo y las nubes que remiten a la posibilidad de ambientes más abiertos, más expansivos, menos herméticos.

El film enfrenta el mundo árabe y el israelí, que conviven en el mismo territorio, y también los conflictos generacionales, entre padres intransigentes y una juventud más integradora. Presenta también el estado de situación de la mujer israelí ortodoxa, que ha dejado todo proyecto personal de profesión o trabajo para dedicarse a su familia, que paradójicamente se encuentra hoy totalmente fracturada. Frente a esa mujer prematuramente envejecida, mal vestida, descuidada, frustrada y melancólica, Sarha/Amal, la novia, sacude el contraste de su juventud pujante, su determinación, su elegancia y deseos de vivir y dar vida. No hay sutilezas, pero sí una fuerte denuncia a la intolerancia y fanatismo de cualquier origen.


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