19 de octubre de 2017

Mamuschkas revolucionarias

Arde brillante en los bosques de la noche
Dramaturgia y dirección: Mariano Pensotti
Teatro Sarmiento

Josefina Sartora


Mariano Pensotti cree en la revolución. En aquella de 1917, hoy olvidada, y en el poder de transformación de su teatro, que nunca se somete a esquemas convencionales. Pensotti cree en la dinámica, motor de sus obras que suele poner en el Complejo Teatral de Buenos aires. Vale recordar que en El pasado es un animal grotesco (2010) atravesaba diez años de historia individual y colectiva en un carrousel que no cesaba de girar, como la vida misma a la que se subían y bajaban los personajes, similar a la cinta interminable por la que circulaban los personajes de Cuando vuelva a casa voy a ser otro (2015) a través de su historia personal y la del país. La dinámica activa rige su última creación, Arde brillante en los bosques de la noche, título poéticamente enigmático para una obra que habla de la condición de la mujer en el siglo XXI.

Si bien la obra parte de la evocación de la militante soviética Alexandra Kollontai, pionera del feminismo, a cargo de la teórica encarnada por Susana Pampín, deviene posteriormente un tratado sobre la condición femenina, adoptando distintos formatos y lenguajes. Armado como un tríptico, el primero está protagonizado por Pampín, acompañada por Laura López Alonso, Inés Efrón, Patricio Aramburu y el ubicuo Esteban Gagliardi –que este año goza de una exposición encomiable tanto en cine como en teatro-. Esos personajes que rodean a la estudiosa del feminismo están reproducidos por respectivas marionetas que los duplican, en un juego de espejos, y por qué no, de teatro de marionetas. Resulta gracioso –y también patético- el momento en que la profesora viaja a Rusia a rendir tributo a su mentora, para encontrar allí que la revolución está olvidada, negada y condenada, experiencia similar a la que viví yo en un reciente viaje a Rusia.


Pero el homenaje a Rusia no acaba aquí: hay otro, estructural, en el formato de la obra. Esos mismos personajes –los de carne y hueso y sus marionetas- multiplican el artificio: acuden al teatro a ver una obra. Está protagonizada por López Alonso, quien encarna a una revolucionaria alemana que ha estado combatiendo durante diez años con las FARC en Colombia. Como en los otros cuadros, el cuerpo cobra aquí vital importancia, pasa a primer plano sobre todo en un desnudo –innecesario-, y también en la coreografía puesta en escena, que los actores ejecutan de modo impecable. Siguiendo con la estructura de las muñecas rusas –mamuschkas- o cajas chinas, los personajes de la obra van al cine, y allí está la película que filmó Pensotti –no olvidemos que el cine fue su primera actividad- en colaboración con Juan Schnitman. Este tercer panel lo protagoniza Inés Efrón, quien en medio de una lucha por su lugar en el trabajo viaja a Misiones y allí encuentra un grupo de strippers rusos, con los cuales ella y sus amigas tienen sexo. Nuevamente en foco el cuerpo, de hombres y mujeres atravesados por el deseo, dispuestos a contrariar las convenciones del capitalismo y la burguesía.


La obra dura 110 minutos, y si por momentos parece haber perdido el rumbo, lo reencuentra al final. Pensotti actualiza en su teatro el concepto de revolución con originalidad y creatividad: mediante los lenguajes teatrales, o del juego entre actores y espectadores, pero también la revolución femenina, “el cuerpo como campo revolucionario”, en palabras de Kollontai. Historia y lenguaje intrínsecamente unívocos.
-->

No hay comentarios:

Publicar un comentario