27 de noviembre de 2017

Festival de Mar del Plata 2ª nota

Una mirada hacia los documentales

Josefina Sartora


Ya hablar de documentales como categoría parece una idea obsoleta, dado que se ha borrado la línea que lo separaba de la ficción, las características de uno y otra interactúan, se confunden, de imbrican, en lo que a veces resulta una rica combinación creativa. En este Festival vimos documentales de diversa índole, en los que a veces sucedía esto. Pero la realidad los superó superlativamente. La desaparición del submarino San Juan en simultáneo con la inauguración fue la noticia de cada día, no sólo por la tragedia que implicaban las 44 vidas humanas a bordo sino también por el manejo que se hizo de la comunicación. Creo que este fue el aspecto más siniestro. El lunes 20 de noviembre, cinco días después de su desaparición, en el ámbito de prensa circulaba la noticia extraoficial de que no había sobrevivientes de un incierto accidente. Sin embargo, la Armada demoró cuatro días más en dar la noticia, forzada porque organismos internacionales detectaron la explosión del submarino. Mientras tanto, las familias siguieron padeciendo la ausencia sin noticias. Mientras tanto, circulan versiones más macabras aún que señalarían diversas causas inconfesables del siniestro.


La visita de la gran Vanessa Redgrave era una de las más esperadas, y llegó con su película Sea Sorrow, un documental que busca despertar conciencia sobre la situación dramática que atraviesan los chicos escapados de situaciones extremas en sus países y refugiados en Europa. Activista de causas humanitarias, embajadora de la Unesco, miembro de diversas organizaciones de solidaridad, activa sostenedora de la causa Palestina, fue ella quien desvió la atención del Festival para orientarla hacia la tragedia que se abate sobre los marinos y sus familias. Fue ella quien echó una crítica al manejo de la comunicación, a la falta de respeto, mientras se identificaba personalmente con los familiares.

Sea Sorrow –que produjo su hijo Nero, presente en el Festival- muestra diversos aspectos del drama: por un lado, el relato personal del éxodo de jóvenes llegados desde distintos países en conflicto en Asia y África, por otro, la situación de los refugiados en instituciones o campamentos como el inmenso instalado en Calais –la Jungla, retratado por Sylvain George en Qu’ils réposent en révolte, documental que ganó el Bafici hace unos años- donde viven en condiciones peor que precarias. Y por último, Redgrave –manifestando en pantalla con su familia- entrevista a diversos políticos para crear conciencia de que Gran Bretaña está negando asilo a cientos de niños en condiciones legales de ingresar, transgrediendo acuerdos y estatutos internacionales firmados. En contraposición, recuerda situaciones anteriores –la segunda guerra mundial, las revueltas en Hungría- cuando ese asilo sí se concedía a los refugiados. Con las apariciones de Emma Thompson y Ralph Fiennes, su opera prima es un film didáctico, movilizante, y necesario hoy.



La cita con Wang Bing era insoslayable, a pesar de que Mrs Fang –ganadora en Locarno- no resultaba atractiva. En un documental extremo, Wang coloca su cámara ante una mujer agonizante, enferma de Alzheimer desde hace años, y la familia que la acompaña en su lenta agonía, comentando entre ellos y frente a ella su evolución, su futuro funeral. Implacable, casi brutal, el film alterna largas tomas fijas de la enferma y su entorno dentro de su cuarto, con el exterior en un pueblo de pescadores de China, donde los parientes charlan, comen o pescan, unos y otros esperando su muerte con naturalidad. Film para la polémica, llega justo al límite, sin trascenderlo. Muerte-vida, interior exterior, constituye la vida misma.  El rostro de la enferma con su rictus me acompañó todo el festival


En Competencia Internacional, Primas, de Laura Bari presenta de manera documental pero con mucha puesta en escena los casos de dos jóvenes que, en su niñez, fueron abusadas. Una de ellas, por su propio padre y hermano de Bari, la otra por un hombre que además le prendió fuego. Otro film didáctico, ejemplificador, que tiene sus mejores momentos cuando de manera espontánea y en un único plano, las chicas cuentan sus dramas. Muy conmovedor, ese climax se desdibuja cuando ellas viajan a Montreal –donde reside la directora argentina- y emprenden un trabajo corporal para, a través del arte, lograr una superación.


Del rumano Radu Jude, ganador en Mar del Plata el año pasado, se presentó Dead nation, una extraña joyita resultado de la colección de imágenes tomadas por el fotógrafo Costica Acsinte en los años ’30 y ’40 -antes y durante la guerra- y citas del diario de Emil Dorian, médico rumano judío, escrito en la misma época. Siempre interesado por la historia de su país, Jude desgrana en sus citas el creciente fascismo y antisemitismo y el Holocausto rumano, que el cine casi no ha abordado, palabras que se articulan dialéctica y cronológicamente con una impresionante colección de imágenes que presentan la época. Fotos de la vida cotidiana en blanco y negro muy elocuentes, ajadas, atravesadas por el desgaste del tiempo, que muestran campesinos, soldados, familias, niños mientras se vivía la persecución, confiscación y masacres, que quedan fuera de campo. Un film de fotos fijas, que sin embargo posee un ritmo inusual, con efecto demoledor, y constituye un excelente testimonio de una realidad poco conocida.



-->
Una de las mejores películas del Festival también se trata de imágenes: la última de Agnès Varda, Visages villages. A sus 88 años, recorre con el fotógrafo y artista callejero JR diversos pueblos de Francia con el objetivo estético de tomar fotografías de sus habitantes y pegarlas como gigantografías en los muros de sus pueblos, en trenes, en contenedores. Un trabajo conjunto, que cartografía la humanidad de esos pueblos: granjeros, obreros de fábricas, trabajadores del puerto, camareras, campaneros de iglesias, vecinos mancomunados en una tarea que los trasciende, y que habla de empatía, solidaridad, humanidad en suma, con un optimismo admirable. La puesta en abismo de esas fotos tiene un efecto sorprendente, transforma gente común en gigantes, en monumentos icónicos, y trascienden las diferencias, como lo hacen los dos realizadores, de dos generaciones muy distantes entre sí. Muy nostálgica, durante esta suerte de viaje inciático Varda no cesa de evocar a su marido Jacques Démy y sobre todo a su amigo Jean-Luc Godard, con quien busca un encuentro. Siempre comprometida con la realidad social de su país, Varda nos da uno de sus mejores trabajos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario