22 de mayo de 2018

Excelente actuación


Escritor fracasado
Autor: Roberto Arlt
Adaptación: Marilú Marini y Diego Velázquez
Teatro Cervantes

Josefina Sartora


¿Cómo llevar al escenario un texto no teatral? Es este un punto ciego de la dramaturgia, un desafío para el adaptador, ya que el teatro exige determinadas condiciones para la puesta en escena de una obra. El texto es de Roberto Arlt, Escritor fracasado no es encasillable en un género, porque aunque algunos lo identifican con el cuento, constituye una reflexión en primera persona sobre las desventuras de un escritor, y su relación con el ambiente literario. Por ello, no había mejor forma que el monólogo.

Diego Velázquez pone todo su histrionismo y su cuerpo al servicio de este texto muy difícil, largo y complejo, adicionándole una puesta de gran dinámica teatral: diálogos con el público antes y durante la obra, observaciones al margen de la misma, y una movilidad extrema, incansable, bajo la dirección de Marilú Marini, en su debut como directora.

El protagonista ha escrito una obra de éxito, que lo ha dado a conocer en el ambiente literario. Después, nada. Nunca pudo escribir algo a la altura de su primer libro, nunca se le cayó una idea sobre el papel, siguió el drama de la página en blanco. Entonces desarrolló un veneno hacia sus colegas, un resentimiento ante el éxito ajeno, una fatua importancia que se da ante quienes presten oídos a sus palabras viperinas. Escrito en los años ’20, si algunos giros idiomáticos remiten a esa época sin embargo el texto es de potente actualidad, es atemporal, por ende, contemporáneo. El cinismo del escritor fracasado, la hipocresía impúdica de quienes no logran el éxito, y sus observaciones sobre el campo intelectual y el mercado de la obra de arte son los mismos de hoy.

La escenografía de Oria Puppo en la sala Luisa Vehil parece proponer trabas a la acción, y sin embargo son el medio de que Velázquez se vale para apoderarse del espacio y estar en constante movimiento, esquivando pilas de lajas de parquet, subiendo y bajando de tarimas, pasando de un sillón a una chaise longue, sin parar nunca más de un minuto en un sitio. La coreografía es harto compleja, en la medida en que mientras dice su texto además de saltar de un lado al otro canta, se maquilla, se viste, interpela a los espectadores, se quita el maquillaje, bebe y golpea objetos con un palo de golf. Todo lo cual ejerce una poderosa atracción en el público, que sigue en vilo sus movimientos y palabras incesantes.

Velázquez, actor arltiano, ya ha encarnado personajes del autor. Aquí muestra con extraordinario profesionalismo su familiaridad con aquel escritor algo maldito. Su trabajo corporal, su gestualidad, las inflexiones de la voz, dan expresividad y vida a un texto que, a primeras luces, podría haber parecido impracticable.

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